Saturday, November 04, 2006

La Jornada...

"... Ya habían caminado todo el día. Llevaban cuatro días de jornada y no habían podido divisar nada a su alrededor. Shaloma y sus dos hijos, Jacobo y Ruhana, habían quedado a la deriva en una zona desértica y se encontraban sin rumbo.
- Mamá, la niña tiene hambre- Le dijo Jacobo a su madre.
La pequeña Ruhana apenas tenía poco mas de un año, era una niña muy alegre y divertida.
-Lo se Jacobo, trataremos de avanzar un poco mas y comeremos algo de lo que nos queda.
Aunque habían salido muy apresurados pudieron recoger algunos alimentos y cosas necesarias para el atormentado viaje. Shaloma se las estaba arreglando para racionar lo poco que traían. No sabían cuándo volverían a encontrar algún poblado. El último en el que estuvieron estaba tan desolado como el suyo propio... la devastación había sido muy extensa.
Llegaron a un montículo de tierra, ya caía la noche y el ángulo del terreno creaba una sombra. Shaloma eligió ese lugar para acampar y descansar toda la noche. El siguiente día sería tan largo como los anteriores.
Jacobo sentó a Ruhana sobre una toalla y se dispuso a ayudar a su cansada madre.
Tenía unos 19 años y era muy atlético. Ese año le había dado trabajo ajustarse a la Universidad y se quejaba con su madre de esto. Ella le daba fuerzas y le decía que era parte del cambio, que ya lo conquistaría todo.
-¿Todavía queda agua?- Preguntó él.
-Por suerte hemos traído suficiente, pero debemos cuidarla.
-Lo se, pero Ruhana tiene mucha sed, mamá.
-Dale un poco, también dale galletas y algo de mermelada.
Jacobo hizo lo que su mamá le pidió.
Luego de un rato quedaron tendidos, cobijados por la luz de la Luna. Era una Luna clara y el cielo estaba lleno de estrellas. Una brisa leve dulcificaba la dura experiencia.

Habían pasado 11 días y todavía no encontraban nada a su alrededor. Las municiones habían mermado y ya no quedaba mucho para comer. Jacobo llevaba a su hermana en brazos, estaba dormida, la boca seca y pálida. Ya se reflejaba, en su pequeño rostro, los estragos de aquellas duras jornadas... ¡y del hambre!
De vez en cuando encontraban algún animal en su camino, muerto, pero no se atrevían a tocarlo por desconcer la causa de la muerte del mismo...¿Habrán muerto de hambre, envenenados? ¿Habrán sido sacrificados?
La situación era desesperante. Llegada la caída de la tarde encontraron un hueco en la montaña. Se sentaron, allí pasarían la noche.
-¿Ya no queda nada?- Fue la pregunta de Jacobo.
-No queda mucho. Una gran parte se ha dañado con el calor. ¡No se qué pasará si no encontramos algo pronto!
Jacobo miró a su hermanita, tendida en su regazo, con los ojitos cerrados. Le acarició la mejilla y ella, entre sueños, le sonrió, mientras balbuceó -¡'Cobo!- Así le decía ella en su escaso vocabulario.
Al día siguiente Jacobo se acercó a su mamá, mientras se preparaban para continuar su camino.
-Estaba pensando en algo que puede ser útil para conseguir comida, especialmente para Ruhana. Ella necesita comer mamá.
-Si, lo se, ella es la que mas me preocupa. ¿En qué pensaste?
Jacobo le reveló su plan. Shaloma no podía salir de su estupor. -¡Cómo se te ocurre!- Le gritó, mientras sus oídos no daban crédito a lo que acababa de escuchar.
-Es la única forma, mamá...¿No lo entiendes?
-¡No! ¡No lo entiendo!- Dio la vuelta, tomó a la niña y se fue caminando tan rápido como pudo.
Ese día no fue diferente a los anteriores. Todo a su alrededor era árido y desértico. El clima, la falta de sueño y el hambre estaban minando las energías de la pequeña familia.
Mientras descansaban Jacobo trataba de jugar con su hermanita. Se llevaban muy bien y él adoraba a la niña, fruto de la relación frustrada de su madre con un cliente del bar donde ella trabajaba. Mientras ella se iba a trabajar él cuidaba a Ruhana. Durante el día iba a la Universidad y trabajaba, medio turno, en una tienda de zapatos, para ayudarse y apoyar a su familia. Eran muy unidos.
Shaloma no dejaba de admirar la valentía de su hijo y la ternura con la que cuidaba a la niña. Estaba orgullosa de él y estaba segura de que se convertiría en una persona importante de la villa. Pero ahora ya la villa no existía. Viéndolos jugar no podía creer la propuesta que le había hecho su hijo en la mañana...
Cuando Ruhana quedó dormida Jacobo se acercó a Shaloma, la abrazó y le dio un beso en la frente. Ella lo abrazó con toda la fuerza que le fue posible.
Las lágrimas rodaron por su mejilla y ella ahogaba los sollozos por temor a despertar a la niña.
-¡Shhhhh! Ya tranquila, todo va a estar bien, ya verás. - La consoló su hijo
-¡Todo esto parece una pesadilla!
-Si estamos vivos será por algo. ¿Has pensado en lo que te dije?
-No he podido hacer otra cosa...¿Cómo se te ocurre, Jacobo?
-No hay otra salida mamá.
-¿Y qué pasará después? ¿Acaso no te has puesto a pensar en eso?
Hubo una pausa y él le seguía acariciando la cabeza.
-No lo se, Shaloma, eso no lo sabe nadie, pero mira...- le tomó la cara entre las manos y le habló muy bajito, pero lleno de confianza. - ...¡Todo va a estar bien! Te lo prometo.
-¡Eso no lo puedes saber, Jacobo!
-¡Shaloma eso nolo sabe nadie! Jamás hubiéramos imaginado que todo esto iba a pasar, y nos está pasando, ni tampoco hubiéramos imaginado que sobreviviríamos y aquí estamos... Todo pasa por algo.
-¡Pero...!
Jacobo la interrumpió -Nada mamá, no te preocupes antes de que las cosas sucedan.
-Jacobo eso que propones es una locura.
-Es la única salida que tenemos.

Al día siguiente Jacobo se levantó muy serio y pensativo. Abrazó a su hermanita por un largo rato y le susurró al oído un dulce "¡Te quiero!", ella le contestó - ¡O' kero tambén!- Y le dió un beso.
Al observar aquella escena Shaloma les dió la espalda. Jacobo la miró y apretó fuerte a Ruhana.
-Voy a caminar un rato, "Pulgui" - asi la llamaba de cariño - Quédate tranquila un rato, ok.
-¡Key 'Cobo!...¿Comei?- preguntó la niña.
Hubo una pesada pausa, Shaloma y Jacobo se miraron , luego él miró a su hermanita y le contestó - Si pequeña, te buscaré algo de comer.
Dicho esto la besó en la frente y se retiró.
-¿'Cobo, mami?
-No te preocupes mi vida, sigue jugando- Contestó ella mientras contemplaba la figura de su hijo que se adentraba a unos matorrales secos, a poca distancia.
-Espérate aquí un momento, Ruhana, ya vuelvo.
-¡Key mami!
- le dijo la bebita y siguió jugando con un desvencijado juguete.
Shaloma se acercó hasta donde estaba Jacobo, lo miró y le dijo - ¿Estás seguro?
Él cerró los ojos - ¡Completamente!

-¡Ruhana, Ruhana, ven a comer mi vida!
-¿Comei, mami, comei?
-¡Si querida, vamos a comer.
Estaban alrededor de una fogata. Le tendió a la niña un pedazo de carne asada, en un platito infantil con la imagen de un guerrero; se lo había regalado Jacobo.
-¡'Cobo, ven comei! - Le gritó Ruhana a su hermano como siempre hacía en la casa. Ella siempre lo llamaba a la mesa cuando la comida estaba lista.
-¡Cobo, 'Cobo, ven!
-Come tranquila mi cielo, come - le dijo Shaloma a la niña, con un nudo en la garganta.
-¿Mami, no 'Cobo, comei?
Shaloma se quedó mirando como su niña estaba comiendo aquel pedazo de carne sin imaginar, en su infinita inocencia, su macabra procedencia."
FIN